No existe algo que Dios no pueda ... Ver Oír Comprender Perdonar, si hay arrepentimiento Enderezar y transformar Usar para bendecir. Su Espíritu está presto para ... Consolar Dirigir Amonestar Despertar la conciencia Llamar a la reconciliación Dar una nueva perspectiva Recompensar con gozo y paz
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Mostrando entradas de marzo 27, 2022
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Enojarnos contra Dios por la maldad de otros o por las consecuencias de la maldad humana -como lo son la enfermedad, los accidentes, la alteración de los ciclos de la naturaleza o la pobreza- es, primeramente, olvidar que nosotros también hemos hecho o causado mal en algún momento y, segundo, tener una idea equivocada de Dios. Más bien deberíamos considerar hasta qué punto los seres humanos hemos transgredido las leyes de Dios, diseñadas para una vida buena, sana y armoniosa. Dios nos ama como nadie, desea nuestro bien, nos perdona cuando nos arrepentimos y ha prometido estar todos los días con los que le aman, aún en este mundo tan dañado por el pecado humano. Juan 16:33 (RV 1960) Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
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A veces Dios permite que suframos desengaños para librarnos de vivir desvalorados y en falsa ilusión. Él no desea el engaño, la traición o la violencia. Pero a veces los humanos deseamos engañar, traicionar o violentar. Cuando el corazón de quien nos engaña no camina hacia el arrepentimiento, sino a un mayor grado de traición, Dios permite que esa mala intención salga a la luz. Ese es un momento muy doloroso. Pero de esa forma Dios nos libra de un sufrimiento mayor. Tomar represalias contra quien nos ha traicionado o herido intencionalmente provoca que Dios no solamente tenga que castigar el pecado de esa persona, sino también el nuestro. Por eso nos ofrece un mejor camino: el perdón.