La astilla del rencor
En días recientes me enterré un pedacito de vidrio en el dedo. Hace mucho que no sentía la incomodidad de la piel abierta y enconada y la sensación urgente de extraer de mi cuerpo el objeto invasor. Recordé que en mi niñez a veces me enterraba una astilla y no sabía cómo sacarla. El dolor, la inflamación y la incomodidad no cesaban hasta que alguien con mayor habilidad y experiencia que yo lograra extraerla. A veces había que sacarla por pedazos porque no salía completamente. Si ése era el caso, cuando tocaba algo con el dedo, sentía la punzada de la astilla y sabía que todavía quedaba algo sin extraer. A menudo había que abrir un poco la piel para ayudar a sacar la astilla, pues de otra forma lo que hacía era adentrarse más y provocar mayor irritación.