Conocí el Evangelio de Jesús cuando era preadolescente. Entregué mi vida a Dios en una iglesia tradicional bastante rígida. Allí una señora me decía que ella servía a Dios a su manera porque la iglesia en ocasiones se equivocaba. Con el tiempo fui descubriendo que –en efecto- la iglesia se equivocaba. Ponía cargas sobre la gente que Dios no les imponía. Entonces me moví a la posición opuesta. Quise “servir” a Dios a mi manera. (¿Cómo puede un esclavo servir a su amo a su manera?) Prácticamente pretendía que Dios me sirviera a mí. Actuaba según mi criterio. Usaba la Biblia a mi conveniencia, siguiendo sólo ciertos preceptos (¡y me estoy refiriendo al Nuevo Testamento!), y esperaba que Dios cumpliera sus promesas en mi vida. ¡Qué grandes son su misericordia y su paciencia! Sólo cuando me cansé de tropezar decidí dejar que Dios fuera el Señor y yo la sierva. Cuando opté por obedecer, comencé a entender que las cosas que Dios exigía de mí eran para mi bien. Lamento haber dejado un m...