Esta mañana se me ocurrió que la posición fetal que adoptamos cuando nos sentimos impotentes o desprotegidos es parecida a la posición que asume un siervo ante un amo o un súbdito ante un rey: una de reverencia, humildad y rendición a la obediencia. Se me ocurre que desde que nos formamos en el vientre de nuestras madres somos adoradores dependientes de Dios. Luego, al crecer, nos volvemos como niños recién nacidos, conscientes de nuestra impotencia, esperando que el Padre eterno nos levante en Sus amorosos brazos para sentir que todo estará bien.
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