Si amas a Dios, ¡Ama la vida!
El verdadero conocimiento de Dios es hurtado de nuestra mente cuando no tomamos suficiente tiempo para orar y leer la Biblia. Comenzamos a ver a Dios desde el borroso cristal de filosofías de vida diversos y dejamos de verle como Él es. En ese momento, cuando creemos las mentiras del enemigo de Dios sobre Su carácter y Sus intenciones (Génesis 3:4,5; Jeremías 29:11), vamos camino a la destrucción. A veces somos destruidos por la circunstancias, pues dejamos de buscar en Dios nuestro reposo ante las adversidades de la vida terrenal. Otras veces nos autodestruimos, dejando de cuidar de nuestra relación con Dios y de nosotros mismos.
La vida es un regalo de Dios. Dios es vida. La vida es un pedazo de Dios que nos ha sido dado para sobrellevar los embates de la existencia humana en este mundo de pecado. Menospreciar la vida es menospreciar lo único que puede mantenernos conectados al Creador, lo único que nos ha sido dado antes de entrar en este mundo y por lo que daremos cuenta a Dios al salir de él. Después que hemos pecado, la plenitud de esa vida sólo la recuperamos a través de Jesucristo, quien tiene el poder para hacernos nacer de nuevo (Juan 1:3; 3:3, 16) y devolvernos nuestra verdera identidad (Juan 1:12-13).
Cuando amamos la vida entendiéndola como algo que pertenece a Dios, no tendremos conflicto con la idea de una vida que -por decreto divino- termina temprano. Entenderemos que Dios tiene en Su mano los tiempos de Sus criaturas (Salmo 31:15; Salmo 139:16) porque sabremos que en Él todo tiene razón de ser. Su glorioso propósito para nuestra vida es sólo una ínfima parte de Su plan para la salvación de toda la humanidad.
¡Señor, permite que nuestra vida dé la pincelada correcta en el maravilloso lienzo de Tu historia mientras alcanzamos el día en que podremos ver tu obra completada! Amén.
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