Rompe el vicio del descontento

En Mateo 11:17-19, Jesús, en crítica a aquellos religiosos que siempre estaban en polémica, dice que a Juan el Bautista lo criticaban por abstemio y a él por beber con borrachos. En el verso 17 Él utiliza lo que imagino era una especie de expresión popular judía para describir el perenne descontento de los religiosos legalistas: “Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron. Cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron.”

Esta mañana el Rvdo. Miguel A. Morales, pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Bayamón, hablaba de la huida de Israel de la esclavitud en Egipto y decía que a veces nos hacemos adictos a cosas que nos esclavizan y no deseamos salir de esa esclavitud.

En un tiempo de mi vida me hice adicta a la queja y a la tristeza. Vivía señalando culpables de cada cosa que ocurría en mi vida que veía como negativa. Mi esposo me criticaba en forma indirecta. Cansado de mis quejas, me preguntaba si tenía algo bueno que contarle. A veces se mofaba con una expresión sacada de un personaje trágico de las caricaturas: "Ay, madre mía, qué calamidad!", decía. Era la frase característica de aquel personaje. Cuando intentaba ofrecerme alguna solución a la situación que le planteaba, me molestaba mucho. Decía que él era insensible. Le decía que no quería soluciones, que quería que escuchara cómo me sentía y entendiera mi dolor, mi angustia o mi enojo.

Supongo qué él era una persona emocionalmente hablando más sana que yo, porque le costaba trabajo soportar tanta queja. Yo, sin embargo, me autocompadecía y procuraba que me compadecieran.

Busqué muchas ayudas para la profunda depresión en que quedé sumida debido al cúmulo de memorias negativas que reciclaba continuamente. Como camello en el desierto de mi angustia emocional, rumiaba* cada memoria dolorosa, cada afrenta recibida. Incluso auguraba nuevas ofensas. Veía intenciones contra mí en cada acción de aquellos que entendía que alguna vez me habían ofendido. Magnificaba  cada nimiedad, otorgando a las personas un enorme poder para herirme sin que siquiera se dieran por enteradas.

Pero Dios, que tanto nos ama, me dijo un día que me quería contenta, que quería que soltara mi tristeza. Me dijo que Él la había quitado de mí muchas veces y yo la volvía a tomar. En aquel momento de mi vida me había vuelto adicta a la depresión, al dolor emocional, a la tristeza, al enojo. En ocasiones me parecía estar al borde de la locura. Y posiblemente lo estaba. Pero la misericordia de Dios me alcanzó con gozo, con cántico nuevo de alabanza y gratitud. Me tomó tiempo cambiar mi forma de pensar y de hablar. Todavía en ocasiones Dios me recuerda que me quiere contenta y cantándole a Él.

Dios ha cambiado mi tristeza en baile, me ha cambiado el vestido de luto por vestido de fiesta. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.

Si tu vida está cargada con el peso de la queja y el lamento, te invito a ofrecer a Dios el sacrificio de una alabanza de gratitud y reconocimiento. Hazlo, aunque no sientas deseos de hacerlo. Hazlo con frecuencia, hazlo cada día. Hasta que tus ojos sean abiertos y recibas la visión del águila. Hasta que logres ver un tramo adelante de tus dolorosas circunstancias.

Como dice el Rvdo. Morales, no es posible caminar hacia el frente mirando hacia atrás sin tropezarse.

Que la gracia del Señor transforme tus pensamientos y provoque en tus labios una alabanza que levante el ánimo de tu corazón. Amén.

Tú cambiaste mi tristeza y la convertiste en baile. Me quitaste la ropa de luto y me pusiste ropa de fiesta Salmo 30:11

No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Romanos 12:2

*rumiar=Masticar por segunda vez,devolviéndolo a la boca,el alimento que ya estuvo en el estómago.

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