Enderezó mis pasos
Conocí el Evangelio de Jesús cuando era preadolescente. Entregué mi vida a Dios en una iglesia tradicional bastante
rígida. Allí una señora me decía que ella servía a Dios a su manera porque la
iglesia en ocasiones se equivocaba. Con el tiempo fui descubriendo que –en efecto-
la iglesia se equivocaba. Ponía cargas sobre la gente que Dios no les imponía. Entonces me moví a la posición opuesta. Quise “servir” a Dios a mi manera.
(¿Cómo puede un esclavo servir a su amo a su manera?) Prácticamente pretendía que
Dios me sirviera a mí. Actuaba según mi criterio. Usaba la Biblia a mi
conveniencia, siguiendo sólo ciertos preceptos (¡y me estoy refiriendo al Nuevo
Testamento!), y esperaba que Dios cumpliera sus promesas en mi vida. ¡Qué grandes
son su misericordia y su paciencia! Sólo cuando me cansé de tropezar decidí
dejar que Dios fuera el Señor y yo la sierva. Cuando opté por obedecer, comencé a entender que las cosas que
Dios exigía de mí eran para mi bien. Lamento haber dejado un modelo mediocre de cristiandad a las generaciones
que me siguieron en mi familia. Pero confío en
que la misma gracia que me alcanzó y enderezó mis pasos alcance a aquellos que
vinieron después de mí.
Psa 139:23-24 Examíname, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de
perversidad, y guíame en el camino eterno.
Psa 40:2 Y me hizo sacar del pozo de la
desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis
pasos.
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