Pensando sobre el Día de los Padres

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Mateo 6:9-10

Me encontraba recostada, pensando sobre el Día de los Padres. Mi padre murió hace casi cinco años. Doy gracias a Dios por él. De muchas formas fue para sus hijos un reflejo del amor de Dios. No acumuló nada para sí. Vivió sencillamente, nos dio lo necesario. Fue generoso con todo el que le rodeaba. Amó a Dios entrañablemente. Trabajó hasta su vejez deseando poder dejarnos algún legado que facilitara nuestra vida. Finalmente no pudo dejarnos muchas cosas materiales. Las pocas que dejó quedaron gravadas por el gobierno. Pero nos dejó un mensaje claro que cualquiera de sus hijos o nietos puede citar: "Primero Dios, después la familia, después el trabajo o los estudios y luego lo demás; en ese orden". Siguiendo su consejo, el mejor regalo que puedo dar a Dios como Padre es hacer Su voluntad.

Mientras pensaba en estas cosas escuchaba el himno Cara a cara, interpretado por Marcos Vidal. Procuraba imaginar lo que describían sus palabras:

<Solamente una palabra, solamente una oración
cuando llegue a tu presencia, oh Señor...



...déjame mirarte cara a cara 

y perderme como un niño en tu mirada,
y que pase mucho tiempo, y que nadie diga nada
porque estoy viendo al Maestro cara a cara...


Que se ahogue mi recuerdo en tu mirada,
quiero amarte en el silencio y sin palabras...

...déjame mirarte cara a cara, aunque caiga derretido en tu mirada.
Derrotado y desde el suelo, tembloroso y sin aliento
aún te seguiré mirando, mi Maestro. 


Cuando caiga ante tus plantas de rodillas déjame llorar pegado a tus heridas y que pase mucho tiempo y que nadie me lo impida, que he esperado este momento toda mi vida.>

De pronto mi pensamiento se desvió. Analicé lo que veía en mi mente y pensé: Espera, ¿cómo vas a ver las heridas de Jesús si su cuerpo está glorificado? ¿Acaso no debe ser perfecto un cuerpo glorificado? Entonces se me ocurrió pedirle algo a Dios. Señor, sé que un cuerpo glorioso es un cuerpo perfecto. De hecho, Jesús no tenía cuerpo humano antes de venir a la Tierra a recatarnos de nuestros pecados. Pero, ¿podrías dejar en él la marca de sus heridas para que podamos verlas, como las vieron los discípulos cuando Él resucitó? Esas heridas significan tanto para los redimidos. Es a través de ellas que nos has hecho tus hijos. Para nosotros son un símbolo de tu gran compromiso de amor. Del compromiso de Jesús, que no se quitó, que permaneció firme ante el dolor y el desprecio, incluso ante la culpa injustamente adjudicada de nuestros pecados. Compromiso que conllevó verte darle la espalda al caer nuestro pecado sobre Él. Tú le glorificaste porque fue fiel a ese compromiso. Le colocaste sobre todas las cosas. Le devolviste su gloria. Pero, ¿podrías dejarle esa huella que marcó el precio de nuestra salvación? Quizás algún ser celestial no comprendería mi petición. Pero creo que la comprenderían los salvados por Su sangre, los que podrán cantar un cántico de salvación que los ángeles no podrían comprender porque nunca tuvieron necesidad de ser redimidos, porque nunca fueron alejados del Padre Celestial. Concédenos, Señor, el ver tu rostro y sentir el profundo amor con que nos amas como no somos capaces siquiera de imaginarlo ahora.

1Juan 4:19  Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 
Revelación 5:9  Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación...
1Corintios13:12  Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Eventos: Encuentro para Mujeres y Taller sobre emociones

Prensa misionera mundial: Material evangelístico y de discipulado