Dejando lo que era de niña

Hace poco escuché al pastor Miguel A. Morales predicar en torno a un verso de 1 Corintios 13 sobre el cual no es lo más usual que los pastores prediquen. "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño" (1Co 13:11).  El Rvdo. Morales decía que a veces queremos amar de adultos en la forma en que amábamos de niños, con inmadurez. Más adelante escuché al pastor Fernando González predicar sobre el perdón.
 
Con ese texto y esos mensajes en mi memoria escribí lo siguiente:
Enojarnos, reclamar nuestra independencia personal y nuestros derechos no son pecado. Esos son medios de supervivencia que usamos desde que nacimos, particularmente a partir de los dos años de edad. En esa etapa descubrimos simultáneamente que no estamos pegados a mamá y podemos emanciparnos :) y que el universo no gira en torno a nuestro ego, como hasta entonces pretendíamos :( .

El reto de la vida consiste en dejar de manejar las frustraciones como si fuésemos niños. ¡Qué difícil! Nos aferramos a sentimientos y a formas de interpretar el mundo muy propias de nuestro antiguo niño herido. Imaginamos doloroso y hasta aterrador hacernos vulnerables a salir de esa conocida forma de sentir y reaccionar. Este proceso dura toda la vida. Perdonar es una forma de crecer y madurar que nos libera para ser cada vez más independientes del pensamiento, las palabras y las acciones de los demás. Pero perdonar requiere dejar atrás nuestro egocentrismo y confiar plenamente en el cuidado de Dios.

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