Renovando el guardarropas

Durante los últimos años Dios ha estado trabajando en mi ser interior. Ha trabajado mucho con mi autoestima, con mi identidad en Él, con mi búsqueda de Su propósito para mi vida y otros asuntos de sanidad interior. Por algún tiempo había tratado de renovar mi guardarropas porque cuando lo abría, casi todo lo que veía era negro o de color oscuro. Aunque me gusta mucho la ropa negra y luce elegante, era demasiada ropa oscura. Sabía que era un reflejo de la gran depresión por la que había atravesado durante varios años, así que me había dado a la tarea de regalar algunas piezas de color oscuro e ir tratando de comprar algunas de colores más brillantes. 

Hace como un año, mientras oraba en mi habitación, sentí la inquietud de sacar parte de la ropa que había en mi guardarropas. Esta vez no era por el color, sino por su estilo. Era ropa de fiesta, mucha de ella bastante escasa de tela o muy entallada al cuerpo. Recordé una predicación de la pastora Norma Pantojas en la que invitaba a las damas a preguntarse si por la forma en que vestían se proyectaban como presa fácil para hombres inescrupulosos.
Durante varios días estuve examinando y sacando ropa. Me costó sacar algunas piezas que me gustaban mucho, pero sentía que el Espíritu de Dios me invitaba a hacerlo. Miré varias fotos de princesas de la vida real y descubrí que lucían muy elegantes y hermosas a pesar de su recato.  Accedí y saqué todo lo que entendí que no era digno de una Princesa del Reino de Dios. Le dije al Señor: Padre, voy a obedecer lo que entiendo que quieres para mi vida. Pero sabes que voy a necesitar que repongas mi guardarropas. 

En algún momento que ahora no preciso, escuché a una profetiza decir a una pastora que el Señor llenaría su guardarropas. Recordé momentos en que una de mis hermanas se mudaba y me regalaba ropa. Dije: Señor, Tú lo has hecho antes. Alguien en algún momento dejará de usar ropa de mi talla. Y será el tipo de ropa que necesito, la que Tú deseas que vista. Lo dejé en las manos del Señor y esperé. Usé lo mejor posible lo que había quedado en mi guardarropas. Cuando llegaba el sábado y me tocaba lavar la ropa de la semana, que ya estaba toda en el canasto de ropa sucia, el guardarropas lucía casi vacío. Le recordaba al Señor: Señor, Tú suplirás. 

Al iniciar el verano decidí hacer un viaje. Tuve que comprar algunas piezas de ropa para completar lo que necesitaba. Compré lo más versátil y práctico que pude, pero no fue mucho. No tenía mucho dinero. Pero me sentí feliz y tranquila y seguí esperando en Dios. 

Hace algunas semanas reinició el curso escolar. Uno de los primeros días de trabajo, una compañera me dijo: ¿Podrías llevarme a casa en tu auto? Tengo una ropa que no me sirve y sé que te va a quedar bonita. Quiero dártela. Me ha dado ya en estas semanas unas cuatro fundas grandes de ropa y  todavía piensa darme más. Ropa bonita, de buena calidad y decorosa. Justo lo que necesitaba. Ahora miro mi guardarropas y está lleno. Dios ha suplido en abundancia. Hasta ha habido algunas piezas que no me sirvieron y que puedo compartir con otras mujeres. Dios siempre suple en abundancia. 

2Co 9:8  Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra

Comentarios

Entradas populares de este blog

Eventos: Encuentro para Mujeres y Taller sobre emociones

Prensa misionera mundial: Material evangelístico y de discipulado