Ojo de tormenta, ojo de huracán



ojo del huracán. [Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española]
1. m. Rotura de las nubes que cubren la zona de calma que hay en el vórtice de un ciclón, por la cual suele verse el azul del cielo.
2. m. Centro de una situación polémica o conflictiva.

Para nosotros el huracán es un tipo de fenómeno bastante familiar. Con todo, siempre hay que hacer preparativos. Sabemos que las tormentas, los huracanes y otros fenómenos del viento y la lluvia son impredecibles y variables. Entre las cosas que sabemos está el hecho de que en el centro, que llamamos ojo, todo es mucho más calmado. Incluso los aviones caza-huracanes entran en él para tomar información para la predicción del tiempo a la gente de los lugares a donde el fenómeno parece que viajará. Pero si el ojo no está bien conformado, puede haber nubes densas y lluvia también dentro de él.

Usando la imaginación de un niño, pienso que el ojo de un huracán es como el centro de mando desde el cual un ángel, usando la computadora de Dios, recibe instrucciones y da orden a los vientos de la dirección, intensidad o velocidad en que deben moverse.
Nosotros, por otro lado, vivimos en un mundo rodeado de variables que no necesariamente son vientos o lluvia físicos. Esto no tiene que ocurrir en temporada de huracanes. Ocurre en momentos impredecibles. En nuestro corazón está el centro de mando de nuestra vida. Si nosotros comandamos, no se forman las paredes firmes que rodean y protegen el centro. Las lluvias y los vientos de la dificultad podrán penetrar nuestras emociones y todo podría convertirse en un desastre irreparable. Pero si permitimos a Dios ser el que tome las decisiones y sólo ejecutamos Sus comandos, asumiendo responsabilidad, tomando posición en acorde con los preceptos divinos, actuando o deteniéndonos según nos guía el Espíritu de Dios a través de la oración, probablemente nuestra mente sentirá más paz que lo que se percibe a nuestro alrededor. Entonces podremos hacer la trayectoria hacia el propósito de Dios para nuestra vida con o sin vientos a nuestro alrededor.

Pro 4:4  Y él me enseñaba, y me decía:  Retenga tu corazón mis razones, mis mandamientos, y vivirás.
Pro 4:23  Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.

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