El alivio que trae el perdonar
Encontré este mensaje que envié a alguien que estaba enojado con su jefe por una gran injusticia.
Quizás pueda ser útil a alguna de ustedes.
Cuando me cansé de sufrir, de alimentar mi dolor imaginando
las motivaciones de quien me había herido, elegí perdonar a mi enemigo en
obediencia a Dios porque el rencor se enseñoreaba de mí y robaba mi felicidad.
Ésa es la más difícil batalla que he peleado. Por eso ahora evito enojarme y si
me enojo, trato de resolverlo lo antes posible.
Hablé con Dios. Le dije con sinceridad lo que sentía. Le
dije que tomaba la decisión de perdonar a la persona que me había herido a
pesar de cómo me sentía. Lo repetí durante días hasta poder decirlo sin dolor.
Entonces comenzó mi liberación. Tuve que hacer esto respecto a varias personas.
Encontré que había rencores incubados por mí durante unos 25 años. Quedé
sorprendida.
Había sido cristiana todo ese tiempo, pero no crecía ni me
sentía bien. Solía sentirme enojada o triste cada vez con mayor frecuencia.
Cuando toqué fondo, lo que había en el fango al final del pozo eran rencor y
dolor mezclados con autojustificación y autocompasión. Era como pisar sobre
arena movediza. Tuve que procesar mis rencores uno por uno. Gracias a Dios por
Su perdón y por ayudarme a perdonarme y perdonar. Hoy me siento feliz y
liberada.
Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos
en
tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en
luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado. 1Jn 1:6-7
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. 1Jn 2:1-2
Comentarios
Publicar un comentario
¿Deseas ofrecer tu opinión?