Reflexiones en torno a la historia de Bartimeo

Esta mañana escuchaba al pastor venezolano Frankie Tovar predicar sobre el ciego Bartimeo. Este pastor superó muchas adversidades durante su niñez. Entre ellas, Dios le sanó de polio. Cuando camina, el hermano Tovar cojea. Así que él mismo puede identificarse con personas que sufren alguna limitación física.

Resumiré en mi propio estilo algunos de los puntos planteados por el pastor Tovar en su mensaje, el cual estuvo basado en el pasaje de Marcos 10:46-52. Añadiré algunas reflexiones que he hecho sobre el mismo.

1. Bartimeo conoció a Jesús mientras realizaba lo que era su "trabajo" cotidiano: mendigar. Debido a su impedimento y a las circunstancias de su época, ése era su medio de sustento. Las personas con alguna limitación física eran socialmente considerados incapacitados y pedían limosna, colocando su capa en el suelo, donde la recogían. (Por cierto, era deber de los israelitas dar limosna a quien se los solicitara.) Jesús suele meterse en nuestro camino en los tramos más humanos, comunes e inesperados. Digo "inesperados" porque supongo que la mayoría de nosotras -por mucho que digamos estar esperando un Príncipe Azul- no espera la incursión de un poderoso Rey en su espacio cotidiano.

2. Pero Jesús a veces parece acercarse sólo lo suficiente para ser notado por nosotros y luego pasar de largo. Me pregunto si es una estrategia romántica, una provocación a ir tras Él. Quien ha sentido la cercanía de su presencia no puede sino desear estar lo más cerca posible, tan cerca como en su "corazón" (personificando a Dios). Bartimeo, a pesar de ser físicamente ciego, tenía la suficiente visión para reconocer en Jesús al Mesías, al único que podía sanar su  incurable condición. Le llamó por su título, con la humildad del que reconoce al que -por su autoridad- puede socorrerle. Le llamó insistentemente, incansablemente, sin rendirse de llamar, posiblemente porque ya estaba rendido de vivir como vivía.

3. Bartimeo no se dejó desanimar por el rechazo, el discrimen o la oposición. Cuando lo mandaron a callar, gritó más fuerte, tratando de llamar la atención de Jesús como un niño que llama a su madre cuando se siente impotente ante otro que lo mortifica. (El pastor Rick Warren dice en una de sus reflexiones de Purpose Driven Connnection que la adversidad y la oposición nos llevan al punto de tener que recurrir a Dios por sentirnos impotentes.)  

4. Jesús, la Autoridad Máxima, se detuvo para -entre una gran multitud- atender el gemido del más pequeño y socialmente insignificante hombre. Recuerdo una relación que recientemente hacía yo entre Lucas 6:19 y 8:45-46. Mucha gente tocaba el manto de Jesús para ser sanada. Muchas veces salía poder de Él para sanar a la gente. Pero Él se detuvo particularmente en una de las mujeres que se atrevió tocarle, en la que -según la Ley y la sociedad- no era digna de tocarle por no estar ritualmente pura. Imagino que mucha gente alrededor de Bartimeo clamaba a Jesús que les tuviera piedad y les sanara. Pero éste, velados sus ojos, quizás no tenía idea de cuántos se interponían en el espacio entre Jesús y él, y gritaba muy fuerte intentando atravesar la barrera de los cuerpos humanos que pudieran distanciarle de Jesús. Pienso que si hubiese sido yo, posiblemente estaría gritando desesperadamente, ansiosa, temerosa de que Jesús se alejara sin enterarse de mi anhelo por un milagro Suyo. El Mesías, el Ungido, el Enviado, el Único, le escuchó y le mandó llamar expresamente. Su oído podía oír los ruidos de la multitud, pero también podía discriminar el grito del corazón.

5. El ciego arrojó su capa para ir al encuentro con Jesús. Dejó de enfocarse en sus recursos limitados y se dirigió al Recurso, a la Fuente ilimitada de todo bien.

6. La parte crucial de la historia: El Mesías pregunta al mendigo: "¿Qué quieres que te haga?" Aunque ya había escuchado a Bartimeo pedir sanidad, confronta a Bartimeo con la pregunta, como diciendo: Reevalúa tu pedido y asegúrate de aprovechar esta oportunidad para pedir lo que te es más valioso. ¿Qué me pedirás ahora que estás frente a mí? Soy el Dios de todo recurso, no existe cosa alguna que no pueda darte. ¿Cuál es tu máximo anhelo en la vida? ¿Qué gran deseo sientes que no puedes cumplir por ti mismo y sabes que sólo Yo puedo darte? Estoy aquí, ofreciéndote lo que me pidas, sin límites. Aunque, como dijo el pastor Tovar, Jesús no le sugirió qué pedir, ni le hizo pensar a Bartimeo que debía pedir lo que era "correcto", yo creo que Jesús quiere que le pidamos lo más valioso para  nosotros porque si escudriñamos bien nuestro corazón, lo que en el fondo nos es más valioso es el anhelo que Él puso en nuestro corazón por el sueño para el cual nos diseñó (como diría el Rvdo. Myles Munroe).

Al pensar en la pregunta de Jesús y ver cómo vive mucha gente en nuestro mundo actual, se me ocurre que tal vez alguien se diría: Pensándolo bien, mejor le pido dinero. Así no tengo que mendigar, puedo pagar a un médico para que me cure, buscar una esposa, mantener a mi familia, viajar ... sin detenerse a analizar lo que realmente anhela. Buscamos dinero como medio para tener lo que realmente deseamos o necesitamos. Con el dinero compramos cosas, servicios, privilegios, información y a veces hasta acciones de personas,  intentando finalmente obtener satisfacción. Si pudiéramos conseguir la satisfacción sin esas cosas o ese dinero, aquéllos pasarían a un plano secundario, pues tendríamos lo que realmente buscamos.

Cuando nos aferramos a la capa repleta de monedas, a lo que creemos necesitar, vemos a Jesús como una ATH, como dicen algunos, o  como el genio en la lámpara, como dicen otros. Entonces perdemos de vista nuestras verdaderas necesidades y anhelos y hacemos elecciones que nos dejan con nuestra ceguera, con nuestra insatisfacción inicial. Pero si, como Bartimeo, lográramos ver en Jesús al Único capaz de pagar nuestra satisfacción más profunda, al que puede abrir nuestros ojos para ver a Dios en medio de las circunstancias más adversas, entonces le pediríamos el perdón de nuestros pecados y la liberación de lo que impide que nuestras relaciones con otros sean felices: nuestras actitudes egoístas, nuestra soberbia, nuestra hostilidad, nuestra intolerancia, nuestras obsesiones... Entonces rendiríamos ante Él las insuficientes monedas en nuestra capa, y le rogaríamos que nos diera la capacidad de ver nuestra verdadera necesidad, nuestra verdadera identidad (la que Él nos dio antes de nacer), nuestro verdadero propósito en la vida...

¿Qué quieres que te haga? me dice hoy Jesús. ¿Qué responderé? ¿Permaneceré ciega después de mi respuesta?


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