¡Qué envidia!
Ciertamente es bueno Dios para con los limpios de corazón.
Casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos.
Porque tuve envidia de los arrogantes,
viendo la prosperidad de los impíos.
Porque no tienen congojas, no pasan trabajos,
la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia.
Logran con creces los antojos del corazón.
Se mofan; hablan con altanería.
Sin ser turbados alcanzaron riquezas.
Hasta que entrando en el santuario de Dios
comprendí el fin de ellos.
¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
El acercarme a Dios es el bien.
Salmos 73
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