La importancia de la identidad

En la revista El Discípulo, año 18, volumen 2 (2010), el Rvdo. Justo González explica la importancia de la identidad de la siguiente manera: "En lo esencial, las tentaciones de Jesús consisten en dudar de su identidad y del cuidado y los propósitos de Dios para con Él. Jesús responde como quien de veras se sabe Hijo de Dios. En su identidad está su fuerza para vencer la tentación. El creyente que duda de su identidad en Cristo se ve en la necesidad de probarla exigiendo milagros, sin darse cuenta de que en realidad es a Dios a quien está poniendo a prueba.
Dios tiene un plan para cada uno. Uno de los modos en que conocemos ese plan es mediante la vocación. Sabemos que Dios nos llama. Si para alcanzar esa meta dudamos de Dios y hacemos todo lo posible para llegar [por nuestros méritos], la hemos corrompido... [la] vocación se ha vuelto un trabajo rutinario y una carga pesada. Es como si Jesús hubiera aceptado la propuesta del diablo y llegado así a ser dueño de todos los reinos de la tierra, pero sin pasar por la cruz y la resurrección, olvidándose del plan de Dios. Somos hijos de Dios. No tenemos que afirmar nada respecto a nuestra propia valía o nuestra identidad, cuya autoridad nos proviene de Dios mismo y no de algo que hayamos hecho o que podamos hacer" (págs. 181-183).
Efesios 2:8-10  Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Juan 1:11-13  A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;  los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Eres una bella criatura de Dios. Eres un instrumento de Dios para obrar en bienestar de otros seres humanos e invitarles con tus acciones, tus actitudes y tus palabras a recibir Su amor y perdón. Esas cualidades, esas tareas, ese poder te los otorgó Dios. Como hija Suya llevas Su imagen y semejanza. Echa a un lado el "maquillaje" (hablo metafóricamente) que te hace parecer un personaje que no eres tú: la mentira, el miedo, la tristeza, la duda, las apariencias de piedad, las apariencias de dureza, cualquier cosa que opaque el brillo de tu Padre reflejado en tu rostro. Regálale al mundo con tu auto-aceptación y con tu confianza en Dios la imagen que Él creó en tu persona para ser desplegada en el hermoso cuadro que es Su mundo. No tienes que demostrar nada. Eres todo lo que necesitas ser. Sólo deja que brille en ti el tesoro divino.
2Co 4:7-10  Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;   perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.

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