Eres aceptada por Dios

Estaba leyendo la siguiente historia en el Diccionario de ilustraciones y anécdotas de e-Sword y medité sobre mi vida: “Keith Hernández es uno de los mejores jugadores de béisbol. Es un bateador de 300 de por vida. Ha ganado numerosos reconocimientos del Guante de Oro por su excelencia de jugador de campo. Ha ganado un campeonato de bateo por tener el más alto promedio, el reconocimiento del Jugador Más Valioso en su liga, y hasta la Serie Mundial. Sin embargo, a pesar de sus logros, no tiene algo que le es crucialmente importante – la aceptación por parte de su padre de que lo que ha logrado es valioso. Escucha lo que él dijo en una entrevista en vista de su relación con su padre:
Un día Keith le preguntó a su padre:
-Papa, tengo un promedio de ser un bateador de 300 de por vida. ¿Qué más quieres?
Su padre le respondió, -Pero un día verás tu vida y dirás, “pude haber hecho más.”
Gary Smalley & John Trent, Ph.D., El Regalo de Honor, p. 116.”

Crecí en un hogar donde fui amada y nutrida. Se me dio la oportunidad de estudiar la carrera que yo eligiera, aunque mi padre habría deseado que fuera otra. No tengo memoria de haber recibido rechazos tan directos como el que recibió este hombre. En términos generales, tenía razones para sentirme aceptada. Sin embargo, algunas sutilezas me hacían sentir insuficiente. Mi padre solía compararnos, y a veces me utilizaba como ejemplo para mis hermanos. En mi inmadurez de niña, pensé que sus expectativas de mí eran muy elevadas y que perdería su amor si alguna vez no las alcanzaba. A raíz de eso viví fluctuando entre sentirme completamente inadecuada, haciendo esfuerzos infructuosos por ser perfecta, y rendirme, dejando salir a flote todas mis imperfecciones sin cargos de conciencia. Durante años sentí que amaba y odiaba a mi padre a la misma vez, por lo que un profundo sentido de culpa me sumía cada vez más en la tristeza. Mi padre murió a sus 76 años. Fue entonces que entendí que él me había amado siempre y que siempre me había valorado, pero yo había vivido creyendo las interpretaciones que hice cuando niña sobre sus expectativas de mí. Tuve que sanar mis heridas en su ausencia, sabiendo que su amor me había perdonado y, sobre todo, que tenía el perdón de mi Dios. Entonces pude comenzar el camino hacia una vida feliz, la vida que mi padre terrenal y mi Padre Celestial siempre desearon para mí.

Dios puso tesoros de valor incalculable en cada una de Sus criaturas. No importa la opinión que otros tengan de tu persona o tus logros. Dios opina que vales tanto como para ofrecer Su vida por ti.
Efe 1:3-6 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados…

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