Encuesta de opinión

Cuando yo era pequeña, solía preguntar a mi primo si yo era más bonita que... mientras le mostraba modelos de revistas. Él siempre respondía que sí, excepto cuando llegaba el turno de su hermana. Su hermana siempre me ganaba. En la escuela elemental solía reunirme con un grupo de amiguitas y compararme con las demás. Decíamos: <No soy tan bonita como Fulana, pero tampoco soy fea, soy "normal". Soy más bonita que Mengana>. Durante mi adolescencia tuve un novio muy celoso. Él y mi hermana menor, con la que en aquel entonces no me llevaba bien, solían acentuar mis "defectos". Mencionaban mucho mi forma de vestir y mi grande nariz. Una vez él me dijo que se avergonzaba de mí ante sus familiares y amigos porque yo tenía barritos (acné). Fuimos novios durante cinco años, así que no fueron pocos los momentos en que me señaló cosas que no le gustaban de mí. Pienso que quería destruir mi autoestima, convencerme de que nadie más se interesaría en mí, manteniéndome así alejada del resto de los chicos. 

Cuando llegué a la universidad me gustó un compañero. Un día me dio "pon" hasta casa en su auto. Cuando llegamos, vio a mi hermana en el balcón y me dijo: "¿Ésa es hermana tuya? ¡Quiero que me la presentes!". Cada vez que podía se ofrecía a llevarme a casa y siempre procuraba ver a mi hermana y conocerla. Para  entonces mi estima ya estaba debilitada por mis muchas comparaciones. Partiendo  de la premisa de que no era atractiva, me humillaba a mí misma, dando mayor importancia a los varones que a mí. Los veía como inalcanzables estrellas de Hollywood. Les mostraba admiración, tratando de captar su atención y conseguir el afecto de alguno. [Alberto Cortés tenía una canción que decía: "Miguitas de ternura yo necesito, si te sobra un poquito, dámelo a mí".]  Me casé en dos ocasiones con personas que aparentemente se convencieron de ser estrellas lejanas y no valoraban mi persona como Dios la valora. Me divorcié de ambos, echándome la culpa de mis "fracasos". Luego  decidí juntarme con gente que tenía bien clara su identidad y podía ayudarme a encontrar mi identidad en Dios.

En su resumen del mensaje de esta mañana, el Rvdo. Miguel A. Morales, de la Iglesia Discípulos de Cristo en Puerto Rico, escribió: <Aunque parezca una paradoja, la autoestima muchas veces es el reflejo de la opinión de otros, más que nuestro propio juicio. Nuestro valor propio no se mide con encuestas de opinión. Mefi-boset, en cuyo cuerpo fluía una herencia de realeza, se veía a sí mismo como un perro muerto (2 Samuel 9:8). Lo que sale de nuestro corazón, nuestras palabras y acciones, nos definen. Mefi-boset tuvo ante sí dos modelos: el disfuncional, personificado en Siba; y el funcional, personificado en David. Abundan los modelos disfuncionales. Pero podemos responder al modelo funcional. Es más, podemos crearlo nosotros mismos para nutrir a los demás.> 

Dios nos creó reyes y sacerdotes para Su Reino. Tenemos la sangre Real de Jesús corriendo por nuestro ser interior. No importan las opiniones de aquellos que no nos valoran. Importa la opinión de Aquél que puede vernos tal como somos, por fuera y por dentro, y siempre amarnos con el mismo inefable amor. A Él sea la gloria por su gracia eterna.

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